jueves, 12 de mayo de 2016



Plazas libres

 Grecia y Turquía son dos buenos escondites para una Europa incapaz de afrontar el drama de los refugiados

Emma Riverola/ Escritora/ El Pereiódico de Cataluña/ Jueves, 12 de mayo del 2016

Un empujoncito… y debajo del armario. O de la alfombra. O del sillón. El gesto de la desgana. El lugar adonde va a parar lo que molesta, lo que no tiene ningún valor, los desechos tan insignificantes que ni siquiera hay ánimo para recogerlos. El rincón oscuro. Oculto. Donde todo se agrava. Donde todo se pudre.
El armario. La alfombra. El sillón… O Grecia. O Turquía. Tanto da que un país esté ahogado por la deuda, que la pobreza lastre a su población, que sus políticos se declaren impotentes. No importa que el otro Estado ponga en jaque los derechos y las libertades de sus ciudadanos, que se burle de la democracia, que sus intereses geopolíticos sean tan poco políticos y tan beligerantes. Grecia y Turquía, dos buenos escondites para una Europa incapaz. Un vertedero para los despojos de la inacción y los intereses. Una cloaca donde se arroja sin remordimientos a personas a las que debería ampararles el derecho internacional de asilo. De las islas griegas parten los barcos hacia Turquía. Mientras, sus campos de refugiados se convierten en rediles sin dignidad. Hay más escondrijos. En Italia, unos 10.000 extranjeros sobreviven como vagabundos, en campamentos improvisados, sin las mínimas condiciones de higiene. Muchos más siguen varados en las fronteras, apenas sin fuerzas ni medios para subsistir. Y el mar, siempre está el mar. Ese alojamiento inagotable. Con aforo ilimitado. El tablero del juego de las mafias y nuestro naufragio.

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