miércoles, 25 de noviembre de 2015


Bienvenido señor Messi

El delantero reaparece en el Camp Nou en un partido a la carta. El Barcelona, lanzado por su tridente, golea a la Roma y se mete como primera de grupo en octavos


 
Champions League | Barcelona, 6 - Roma, 1
Messi, Suárez y Piqué celebran un gol. / Emilio Morenatti (AP)

Luis Suárez sigue marcando goles, bonitos y feos, siempre a punto y resolutivo, en partidos fáciles y difíciles, y Neymar continúa exhibiendo su excelente surtido de gestos técnicos, al inicio y al final de cada encuentro, tan desequilibrante en el regate e inalcanzable en la carrera como impreciso desde el punto de penalti, errático ante Szczesny. Ambos mantuvieron su cartel de figuras la noche en que después de dos meses reaparecía Messi en el Camp Nou. Ningún futbolista calza mejor en el juego azulgrana que el 10. El club es tan afortunado como el futbolista, ayer titular y capitán, líder de un Barça que goleó al Roma.
Acabó tocando muy bien el Barça sin Messi, como ya se vio en el Bernabéu, y fue todavía más equipo con Messi. La diferencia es que la Roma no es el Madrid. Los italianos, diezmados por las lesiones de sus extremos, dimitieron de manera escandalosa ante un adversario en plena forma, muy serio desde la alineación —solo faltaba Iniesta—, ya clasificado como líder para los octavos de la Champions. La noche hubiera sido redonda si no hubiera sido por la lesión de Sergi Roberto y el penalti fallado por Neymar. El tridente regresó con un marcador de impacto: 6-1.

Barcelona, 6 - Roma, 1

Barcelona: Ter Stegen; Alves, Piqué (Bartra, m. 57), Vermaelen, Alba; Rakitic, Busquets (Samper, m. 46), Sergi Roberto (Adriano, m. 64); Messi, Luis Suárez y Neymar. No utilizados: Bravo, Mathieu, Iniesta y Munir.
Roma: Szcesny; Maicon, Manolas, Rüdiger, Digné; Pjanic (Uçan, m. 75), Keita, Nainggolan (Iturbe, m. 46); Florenzi (Vainqueur, m. 58), Dzeko y Falqué. No utilizados: De Sanctis, Leandro Castán, Torosidis y De Rossi.
Goles: 1-0. M. 15. Luis Suárez. 2-0. M. 18. Messi. 3-0. M. 44. Luis Suárez. 4-0. M. 56. Piqué. 5-0. M. 60. Messi. 6-0. M. 76. Adriano.
Árbitro: Cüneyt Çakir (Turquía). Mostró tarjeta amarilla a Piqué, Alves y Vainqueur.
Camp Nou. 71.433 espectadores.

El Barça se divirtió con la Roma. Jugó fácil y alegre, tan cómodo que anduvo por el Camp Nou como Pedro por su casa, la cancha abierta de portería a portería, sin noticias de la Roma. Las ocasiones caían sin parar y al poco de cumplirse el cuarto de hora ya ganaban los azulgrana por 2-0. Hubo un momento en que se levantó un hincha de tribuna y preguntó: ¿Quiénes son los blancos? No parecían un equipo de fútbol porque ni jugaban ni pegaban, tampoco defendían y menos atacaban, ni siquiera protestaban al trío arbitral, concentrado exclusivamente en decidir si había o no fuera de juego en cada ataque del Barcelona.
A Busquets, siempre serio y muy puesto como medio centro, incluso se le escapó la risa después de poner dos pelotas de gol en dos minutos, ambas para Messi. No atinó entonces el 10. No había planteada más cuestión que sincronizar el pase y el desmarque para enfrentar a Szczesny. La conexión llegó cuando Neymar se vistió de centrocampista y profundizó para Alves, asistente del liquidador Luis Suárez: 1-0. El segundo llegó poco después en una combinación deliciosa del uruguayo con Messi, un tuya mía que acabó el argentino con una vaselina saludada por Alves. A nadie se le ocurrió negar el gol al 10.
Espantada al inicio, destensada después y siempre relajada por el empate del Bayer con el Bate, resultado que avala sus opciones de clasificación, la Roma se convirtió en un adversario invisible para el Barça. Aunque su presión era alta, su fútbol no tenía agresividad, mucho menos intensidad, inocua en el frío Camp Nou, que solo se irritó como ya es costumbre cuando sonó el himno de la Champions, momento en que la rechifla se mezcló una jornada más con las estelades, siempre numerosas en el estadio del Barça. La falta de tensión competitiva acabó por destemplar al plantel de Luis Enrique.

Messi ataja un balón ante Manuel Iturbe. / Luciano Rossi (Getty Images)

Piqué tomó una tarjeta y más tarde fue amonestado Busquets. El ritmo bajó, disminuyó también la velocidad de la pelota, ya nadie jugaba al espacio ni se ajustaban los envíos de los medios con las recepciones de los delanteros y el partido se puso tonto, cosa que convenía a la Roma. Nada distrae, sin embargo, a Suárez. El ariete cazó a la media vuelta un remate incontestable tras un rechazo a tiro de Neymar y puso el 3-0. Nada atemperó la voracidad del tridente, que siguió repicando en el marco de Szczesny, ya con Samper en el campo en el sitio de Busquets.
Hubo tiempo de sobras para que Piqué marcara el gol que perseguía desde el Bernabéu antes de ser sustituido ante el clamor de la hinchada; también para que Ter Stegen sacara un brazo de gigante a un tiro de Falque y le parara un penalti a Dzeko; no faltó tampoco un segundo gol de Messi, precedido de un virguería de Neymar —un control con la espuela—; y se vio incluso cómo el 10 se replegaba hasta su área para tirar a Iturbe antes de que apuntara a la meta del Barcelona. Solo faltó el gol de Neymar, invitado por Messi a tirar un penalti que el brasileño falló, neutralizado por el portero y remachado después por Adriano.
No hay manera de meter un penalti en la portería del Gol Norte, y tampoco resulta sencillo mantener el marco propio a cero —Dzeko acabó por batir a Ter Stegen— detalles que apenas tuvieron peso en un partido relajante para el Barcelona y marcado por la reaparición a la carta del 10. Bienvenido señor Messi.

domingo, 22 de noviembre de 2015

El Barcelona deja muy sonado al Real Madrid

Los azulgrana arrollan a su gran adversario y la hinchada madridista pide como nunca la dimisión de Florentino Pérez



Los jugadores del Barcelona celebran uno de los goles. / JuanJo Martín (EFE)

Un excelente y puro Barça abrió en el Madrid una herida de proporciones muy inquietantes para la entidad de Chamartín, sonada en lo deportivo y con el palco ya en la diana. Del clásico todo el mundo blanco salió mal parado: el entrenador, los jugadores y el presidente, Florentino Pérez, al que la gente pidió la dimisión en el intermedio y en varias fases del segundo tiempo. En la traca final, con el salón principal del estadio ya vacío, el volumen musical sofocó el vocerío. Las cargas previas contra el alto mando resultaron un hecho insólito. La hinchada, tan desconcertada ante el meneo azulgrana, ya no sabía hacia dónde apuntar y repartió estopa por igual. Nadie quedó a salvo y nadie recibió más aplausos que Iniesta. El madridismo tiene gusto. Como entre los suyos no había a quién engancharse, los asistentes acabaron por desfogarse con una ovación a Isco, retrato de la pérdida total de papeles con un estacazo a Neymar que le costó la expulsión.

Real Madrid, 0 - Barcelona, 4

Real Madrid: Keylor Navas; Danilo, Varane, Sergio Ramos, Marcelo (Carvajal, m. 58); Kroos, Modric; James (Isco, m. 54), Bale, Cristiano; y Benzema. No utilizados: Casilla, Pepe, Casemiro, Kovacic y Jesé.
Barcelona: Bravo; Alves, Piqué, Mascherano (Mathieu, m. 27), Jordi Alba; Rakitic (Messi, m. 56), Busquets, Iniesta (Munir, m. 77); Sergi Roberto, Suárez y Neymar. No utilizados: Ter Stegen, Vermaelen, Adriano y Sandro Ramírez.
Goles: 0-1. M. 11. Suárez. 0-2. M. 39. Neymar. 0-3. M. 53. Iniesta. 0-4. M. 73. Suárez.
Árbitro: Fernández Borbalán. Expulsó por roja directa a Isco. Amonestó a James, Alves, Sergio Ramos, Carvajal y Busquets.
Santiago Bernabéu: 80.000 espectadores.

El Madrid se alineó como gusta en los despachos, como hasta ahora no había predicado el técnico. En el día grande, Rafa Benítez fue Carlo Ancelotti, tiró del núcleo del italiano y despachó a Casemiro, su principal apuesta. Aliviada la enfermería, había que hacer hueco a los actores principales, a los de la gran pasarela. Como respuesta, se vio a un Madrid momificado, con tiritonas, sin pulso, descolocado. Todo ante un Barça que le quitó la pelota y el ánimo. Y peor aún: con Messi en la sala de espera hasta el 0-3, complacido por el enésimo relevo exitoso de Luis Suárez y Neymar, dos máquinas. Si encima al escarnio se suma el arte de Iniesta, el reloj de Busquets y la graduación de Sergi Roberto…
Imposible para este Real deshuesado, sin una pizca de Cristiano, cuyas únicas pisadas fueron dos duelos frustrados por Bravo cuando el partido ya era colegial, con el meta chileno en alza y los visitantes con poca saña ante Keylor, falla que falla goles. Tampoco hubo una miga de Bale, un goteo de quien fuera. El único respiro local fue cuando se bajó la persiana y se llevó una cartulinada. Hoy se llevan poco los pañuelos. Un final estrepitoso para el Madrid. En el Bernabéu ya atizan la hoguera, veremos en qué acaba este crepitar.
En Chamartín solo se asomó de puntillas un Madrid desteñido, a merced de los barcelonistas, que se plantaron con cuatro volantes y no con tres puntas, como acostumbran. Lo mismo dio, el Barça le cantó una nana a su rival, de palique con el balón y los espacios a resguardo, siempre con tramas azulgrana por el césped. Los blancos, a la intemperie, precipitados cuando ganaban algún asalto, más bien pocos, y sin mandíbula para apretar al contrario. De una parsimoniosa cháchara con la pelota en los morros locales llegó el primer aguijón azulgrana. En medio de ese fútbol tertulia que le distingue despegó Sergi Roberto. El chico saltó las tibias alambradas contrarias y conectó con ojo clínico con Luis Suárez, que armó un disparo estupendo, sin más toque que el definitivo, con el empeine exterior. Un toquecito más y Sergio Ramos le hubiera acorralado.
A la faena inicial del uruguayo se añadió Neymar, que decidió atormentar a su compatriota Danilo, que pasó una tarde calamitosa. Por el flanco izquierdo del ataque culé también emergió un Iniesta imperial, ese que juega con un termómetro en las botas: ahora ventilo a un enemigo, ahora paro por aquí y ordeno por allá. Suyo fue el quite a Modric que derivó en una asistencia con precisión de cirujano para Neymar, que embocó bajo el sobaco izquierdo de Keylor, que en jornadas así no está para milagros. El Madrid defensivo de Benítez quedaba subrayado por el inusual tembleque de Varane y el sufrimiento de Danilo. Mientras hubo chicha, de ese Madrid ofensivo que autoproclama el entrenador ante el espejo público solo quedaron señas con dos arreones de Marcelo y James recién iniciado el segundo acto. El Madrid perseguía moscas sin fe.
En nada rectificó Benítez al descanso, pero el Barça, pilotado por Iniesta y Busquets, bien anclado por Piqué y con los dos picadores a la caza comprendió que todavía precisaba una marcha más. Ni en las peores conviene fiarse del Madrid: lo dice su leyenda, no su presente. Así que los muchachos de Luis Enrique se pusieron a ello. Otra vez Iniesta al frente. Otro jugadón, una pared con Neymar que el brasileño le devolvió de taco y que el manchego cerró con un misil a la escuadra izquierda de Navas. Chamartín era una caldera salvo para el puñado de seguidores azulgrana. Solo ellos tenían motivos para la verbena, con su equipo líder, con seis puntos de ventaja sobre el gran opositor, con Messi de regreso y ya jugando con buen ritmo y Arda y Vidal a punto de lograr el pernocta deportivo.
Para el Madrid, un desengaño colosal, mareado por el PSG, fulminado en Sevilla y atropellado por el Barça. No hay duda del desequilibrio deportivo e institucional, con un entrenador que ya no suena tan auténtico tras claudicar en el día de autos, un Cristiano extraviado en estos días y el alto dirigente cuestionado como nunca. El fútbol va y viene, pero hoy el Barça vuela y el Madrid se come las entrañas y ya no sabe en qué dar. ¿Jugadores? Se fichan y fichan. ¿Entrenadores? Quita y pon, quita y pon. ¿Entonces?