domingo, 31 de mayo de 2015


La política económica empeora condiciones de vida de la mayoría de españoles


El 26 de mayo se dio a conocer la Encuesta de Condiciones de Vida realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) que se efectuó en la primavera del año 2014. La encuesta que se lleva a cabo con la metodología establecida por la Unión Europea (UE) llega a unos resultados que ponen de manifiesto las consecuencias negativas de las políticas de austeridad puestas en marcha por este Gobierno y por los últimos años del Gobierno socialista. Así, desde 2009 hasta 2013, tiene lugar un descenso de la evolución de los ingresos medios por hogar. Se pasa de los 29.634 a 26.154 entre estos años y supone una disminución del 2,3% en 2013 respecto al año anterior.
El porcentaje de población por debajo del umbral de riesgo de pobreza (la llamada tasa de riesgo de pobreza) aumentó en 2013 en relación con el año anterior. La población en riesgo de pobreza es un indicador relativo que mide la desigualdad. No mide pobreza absoluta, sino cuántas personas tienen ingresos bajos en relación al conjunto de la población. De modo que esta tasa se situó en 2013 en el 22% de la población residente en España, frente al 20,4% registrado el año anterior. Un hecho muy preocupante es que el aumento de la tasa se produce entre los menores de 16 años (de 3,4 puntos) mientras que disminuye para los mayores de 65 años (de 1,3 puntos).
Estos datos y otros más que ofrece la encuesta, aunque con un cierto retraso, son suficientemente reveladores de las tendencias que se están dando en las condiciones de vida de la población residente en España, resultado de la aplicación de unas medidas económicas que están teniendo efectos muy desiguales. La fractura social crece y muchas personas quedan en la cuneta de una tímida recuperación que no llega para ellas. La desarticulación en gran parte del Estado del bienestar contribuye a empeorar la situación.
El discurso económico convencional pone el acento en la necesidad de disminuir el déficit público como una condición para sentar las bases de una recuperación. El objetivo de lucha contra el déficit no se ha cumplido sino parcialmente y ha aumentado la deuda pública en relación al Producto Interior Bruto. La deuda privada, a pesar de la bajada del endeudamiento, sigue siendo muy elevada, de manera que a medida que pasa el tiempo se hace más impagable, tanto la pública como la privada, y ello lastra las posibilidades de crecimiento futuro. Los costes de esta política están siendo muy elevados y de ahí el dualismo social creciente que se está padeciendo.
La estabilidad macroeconómica que tanto se defiende no es una condición suficiente para lograr un sendero de crecimiento sólido. El estallido de la crisis ha puesto de manifiesto que mientras muchos países cumplían las condiciones del Pacto de Estabilidad, entre ellos España, esto no ha evitado el desencadenamiento de la Gran Recesión, cuyos efectos se siguen padeciendo. Mientras que los países se esforzaban en mantener baja la inflación, la deuda pública y el déficit, recibiendo, cuando lo conseguían, las bendiciones de la Comisión de la UE, del Fondo Monetario Internacional, de la patronal, y de la mayoría de los economistas, se desarrollaba a la par una gran especulación financiera que engordó burbujas, como la inmobiliaria, que tenían que estallar antes o después como así fue y con ello el descenso de la actividad económica en su conjunto.
El reduccionismo económico provocó que no se atendieran las consecuencias que podrían traer esas tendencias, que a su vez generaban un gran endeudamiento privado y un crecimiento de la desigualdad. No solo no se estudiaron las causas, aunque siempre hubo excepciones, que estaban detrás de ese crecimiento, sino que lo que predominaba era la euforia. Los remedios aplicados no han ido a las causas sino a salvar al sistema financiero. Las condiciones sociales se han agravado en muchos países y entre ellos España. Los datos lo ponen de manifiesto. El Gobierno hace gala de una euforia sin fundamento al tiempo que quiere justificar las bondades de unas medidas que han hecho tanto daño. Pero no se puede engañar, a pesar de la mejoría habida, cuando la mayoría de la gente no ve aún un horizonte claro, sino que la incertidumbre y el miedo siguen predominando. 

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