jueves, 14 de febrero de 2013




Artículo de Ángeles Caso


Inteligente y valiosa mujer. Me asombra que éste sea su pensamiento, siendo tan joven todavía, porque generalmente se llega a este maravilloso discernimiento cuando se está en la "avanzada madurez"... casi vejez... como decía Borges, sólo con el tiempo lo aprendes y por lo general cuando ya se te está acabando...

Aquí cabe completita la frase...

* Necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco*...


Artículo publicado en La Vanguardia, escrito por la periodista Ángeles Caso:

Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades aenfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.

Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.

Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.

Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada.Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada.Seguir llorando cada vez que algo lo merezca,pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo.

lunes, 11 de febrero de 2013



El Barça corona su marca

El equipo azulgrana iguala los 23 títulos del Madrid con un despliegue colectivo que desfonda al Valencia y relativiza el mal partido de Navarro




Una exaltación de la marca Barça, un despliegue colectivo incontestable, poderoso más que demoledor, abrumador más que espectacular, tan coral que destiñó los estrellatos individuales. En ese paisaje desembocó la final de la Copa del Rey entre el Barcelona Regal y el Valencia, decantada tan pronto que careció de las emociones de los partidos que el propio Barcelona había disputado el día anterior frente al Caja Laboral y, por supuesto el del jueves ante el Madrid. Visto lo visto, la auténtica final, sin perjuicio de los méritos y merecimientos de un encomiable Valencia.

El Buesa Arena se pasó más de media final preguntándose quién iba a ser elegido el Mejor Jugador (MVP) de la Copa más que por el campeón. No hubo la menor duda sobre esta última cuestión. El Barcelona Regal dominó con relativa maestría los acontecimientos, pese a que el Valencia batalló lo suyo. Pero muchísimo antes del final empezó a perder la fe. Perdía por 13 puntos. Quedaba mucho, un mundo, más de 15 minutos. Pero la dinámica avanzaba implacable, en el sentido preestablecido. El Barcelona tomaba velocidad y el Valencia iba perdiendo altura.
BARÇA REGAL 85 – VALENCIA, 69Barcelona Regal: Sada (7), Navarro(0), Mickeal (14), Wallace (6) y Tomic (13) —quinteto inicial—; Huertas (13), Todorovic (0), Rabaseda(0), Oleson (12), Lorbek (10) y Jawai (10).Valencia Basket: San Miguel (0), Pau Ribas (8), Kelati (0), Doellman (14) y Lishchuk (2) —quinteto inicial—; Markovic (14), Dubljevic (5), Rafa Martínez (10), Pietrus (4) y Faverani (12).Parciales: 17-18; 19-15; 25-20 y 24-16.Árbitros: Arteaga, Conde y Jiménez. Eliminados Lishchuk (m. 28) y Tomic (m. 40).14.120 espectadores en el pabellón Buesa Arena de Vitoria
Las rachas de Markovic en el tiro exterior, las de Faverani bajo el aro, los alardes de Doellman, con su juego versátil, tan capaz de anotar desde dentro como desde fuera, o las arrancadas de Rafa Martínez, siempre tuvieron respuesta, corregida y aumentada, del Barcelona, que se comportó con la exactitud implacable de un equipo de relevos.
La excepción no fue menor y no hace sino delatar la trascendencia del colectivo en el rendimiento del Barcelona Regal. Navarro se quedó a cero. Un dato raro, casi histórico. Jugó algo más de 20 minutos y falló ocho tiros. El escolta de Sant Feliu iba para MVP dadas sus buenas actuaciones de los días precedentes. Pero en la final la defensa del Valencia, la de Pau Ribas y la de Rafa Martínez, le frenó. También paralizó a Lorbek durante medio partido. Fue el tiempo que resistió el Valencia.
El equipo de Perasovic se fue al descanso perdiendo por tres puntos, pero reconfortado por la sensación de haber logrado encoger la estampa siempre intimidante del Barcelona. Perdía el Valencia, pero mantenía a su rival a tiro de piedra y había sembrado algunas dudas entre sus filas. Navarro se había quedado seco, tras errar seis tiros. Lorbek estaba igualmente a cero y solo había podido lanzar un par de veces.
Los méritos defensivos del Valencia germinaron hacia el final del primer cuarto, con transiciones a defensa tan rápidas que abrumaron el ataque del Barcelona con cuatro tapones casi consecutivos. El Barça dependió en ataque de dos jugadores poco habituales a llevar la voz cantante en anotación: sus dos bases, Sada al principio, Marcelinho a continuación, y su colosal pívot Jawai, más adelante.
El Barcelona consiguió meter en el partido Lorbek, a Olesson también, soberbio otra vez el reciente fichaje azulgrana, a Mickeal. Marcelinho continuó en su buena línea y Tomic tuvo suficiente con 16 minutos para anotar 13 puntos. El Valencia reaccionó ligeramente mediado el tercer cuarto, cuando redujo a seis puntos su desventaja (54-48). Pero a partir de ese momento, con siete puntos casi consecutivos de Mickeal, el Barça voló hacia su 23º título de Copa, con lo que iguala el récord absoluto del Real Madrid.
De esta forma, el Barcelona cerró de la mejor manera posible un primer tercio de temporada que no pudo empezar de peor manera, con ocho derrotas en la Liga que le llevaron a sufrir lo indecible para lograr el billete que le permitió competir en la Copa. Su esfuerzo le valió la pena. Y por cierto, el MVP fue para Pete Mickeal.