miércoles, 2 de junio de 2010

El Barça acaba a la primera
JUANMA ITURRIAGA-EL PAIS- 01/06/2010
El cuadro azulgrana no da tregua al Unicaja y se mete en la final (72-82)


Había robado el balón Cook y se fue como un tiro hacia la canasta contraria. A la altura de la personal y ante la salida de un defensor azulgrana encontró con una gran asistencia a Berni Rodríguez. Restaban cinco minutos y el pabellón se volvía loco (68-64) mientras Xavi Pascual pedía tiempo muerto y los jugadores de Unicaja levantaban sus brazos para arengar a su afición. Parecía una de esos instantes donde los partidos cogen un camino definitivo que en este caso apuntaba hacia la ansiada primera victoria de los hombres de Aíto. Secuencia posterior: canasta de cinco metros de Fran Vázquez. Triple de Lorbek. Canasta de Mickael. Entrada con canasta de Ricky. Triple de Lorbek. Contraataque con canasta de Mickael. Parcial de 2-14 para el Barça. Partido y serie liquidada.
Unicaja 72 - Barcelona 82
Unicaja: Cook (5), Blanco (6), Neal (18), Printezis (7) y Archibal (6)
—equipo inicial—; Rodríguez (14), Dowdell (4), Welsch (0), Jiménez (2) y
Freeland (10).
Regal Barcelona: Rubio (5), Navarro (14), Lorbek (16), N'Dong
(2) y Mickeal (16) —equipo inicial—; Basile (20), Lakovic (0), Morris (1), Sada
(2), Grimau (0) y Vázquez (6).
Árbitros:Bertrán, Conde y Bultó. Sin
eliminados.
Unos 10.000 espectadores en el Martín Carpena. El Barça, primer
finalista de la ACB.

Ante reacciones como esta no queda otra cosa que descubrirse ante un equipo superlativo. En la máxima complejidad, con marcador y ambiente en contra, su respuesta fue tan contundente, tan disuasoria, que cada partido que pasa se antoja más complicado meterle mano a este colectivo. No fue el mejor de sus partidos, pero el Barcelona domina como nadie los entresijos del juego. Durante muchos minutos mostraron una versión deslucida, con problemas para dar fluidez a sus movimientos, pero incluso en estos días siempre termina encontrando lugares o jugadores donde pueden agarrarse mientras esperan el momento donde todos se ponen en sintonía. El lugar fue la canasta de Unicaja, donde se hartaron de capturar los rebotes ofensivos, el mejor flotador para paliar una puntería no muy afinada. Fueron 13, una enormidad para encuentros tan igualados y que suelen terminar decantándose más por detalles que por estrategias. El jugador fue Basile. El italiano, tirador extraordinario, quiso celebrar su partido 200 con otra exhibición de las suyas, esas que siembran el terror pues terminas creyéndole capaz de meterlas de espaldas. Entre rebotes y triples, el Barça fue conteniendo a Unicaja sabedor que el tiempo y la ansiedad de los malagueños actuaban a su favor. Solo quedaba encontrar el momento adecuado. Como equipo experto el Barça esperó hasta los tres últimos minutos para no dar posibilidad de réplica. Catorce puntos casi seguidos, cuatro jugadores anotando, imposibilidad de remontada alguna.
Unicaja hizo lo que pudo. Apretó las clavijas, limitó a Navarro, sobrevivió a la sangría de los rebotes y Gary Neal discutió con Basile su poderío lanzador. Pero como le ocurrió en los dos partidos anteriores no pudo ofrecer esos 40 minutos de intensidad, concentración y acierto que exigió el Barcelona para disputarle no ya la serie, sino simplemente una victoria. El 3-0 no hace sino confirmar que la diferencia entre azulgranas y el resto, llámese como se llamen, no solo no se reduce, sino que con la confianza que dan las sucesivas victorias y títulos el Barça no hace otra cosa que aumentarla con cada partido que disputan. O sea, que ganan.

lunes, 31 de mayo de 2010



El joyero del fusilado.
NATALIA JUNQUERA - Madrid -EL PAÍS- 31/05/2010

Una caja comprada en el Rastro destapa la emotiva historia de un preso franquista y de la funcionaria que le protegió

Hace ocho años, María Jesús Romero, aficionada a las antigüedades, compró una cajita en el Rastro de Madrid. Era de madera, cubierta con hilos de seda. Fue tan barata que no recuerda ni cuánto le costó. "La compré porque la había hecho un preso para una mujer", cuenta.

Su esposa siguió en la nieve el
rastro de sangre del camión que se lo llevaba

La cajita llevaba una inscripción en su interior: "A la señorita Angelina, en prueba de agradecimiento. B. L. A 11 de agosto de 1943". Y otra en la base en la que se leía: "Regalo de Braulio López Morales. Prisión de Porlier. Traído por su esposa Doña María Martínez el 19 de agosto de 1943". María Jesús imaginó muchas veces quién sería Braulio, quién Angelina... "Siempre pensé que él pertenecía a los vencidos, y que quizá ella era alguien que le había protegido. Me imaginaba a la mujer de Braulio yendo a verle a la prisión. Y me preguntaba cómo habría podido llegar aquella caja al Rastro. Estaba en buen estado, Angelina la había cuidado bien. Pensé que quizá ella había muerto y sus hijos la habían vendido".
María Jesús buscó el nombre de Braulio en listados de fusilados. No lo encontró, pero envió una foto de la cajita a la web del colectivo Memoria y Libertad, que recoge los nombres de los ejecutados en Madrid. Hace poco, la nieta de Braulio, Ana Isabel López, después de ver en televisión Las 13 rosas, probó a escribir el nombre de su abuelo en Internet. Y le salió la foto de la cajita. María Jesús se la entregó este sábado, tras un largo abrazo.
"Fue muy emotivo. Sentí alegría de tener algo suyo en la mano, y a la vez mucho dolor por no haberlo conocido", cuenta Ana Isabel. "En casa no se hablaba de él, era como un fantasma".
Su tío, de 80 años, completó el relato. "Me contó que Angelina era bibliotecaria en el Ministerio del Interior y que había conseguido muchos pases para que mi abuela pudiera ir a ver a su marido a prisión, y que ocultó su expediente para que no lo vieran y le mataran. La caja la hizo en 1943. Aquel año fusilaron a casi todos los presos del pueblo de mi abuelo, Fuentidueña del Tajo. A él lo mataron en 1945. Tenía 36 años".
Su tío también le contó lo que su abuela jamás había tenido fuerzas para confesarle: "A ella la detuvieron, le raparon la cabeza y la pasearon así por el pueblo para humillarla. El día en que fusilaron a mi abuelo, ella y uno de sus primos siguieron al camión donde se lo llevaban para enterrarle con otros hombres. Nevaba en Madrid, y ella perseguía el rastro de sangre. Al llegar a la fosa, colocó un pañuelo rojo y una bota debajo de la cabeza a mi abuelo para poder identificarlo. En 1956 exhumaron los cuerpos. Mi abuelo tenía la bota debajo de la cabeza. Le puso una placa con su nombre".
Al morir su marido, María Martínez se puso a trabajar en la consulta de un dentista, tuvo que enviar a sus hijos a internados y cayó en una depresión. "Le recomendaron que trabajara con niños y empezó a cuidar a unos que vivían en el barrio de Salamanca, en Madrid, que debió de buscarle Angelina. La pobre crió aquellos niños y no pudo cuidar de los suyos. Mi padre salió del internado con 13 años", cuenta Ana Isabel. Su tío visitó a Angelina hace unos 15 años. "Seguía siendo la 'señorita Angelina'. No se había casado y estaba muy enferma. Debió morir al poco tiempo".
María Jesús pudo ponerle por fin cara a Braulio. "¡Qué joven!", exclamó cuando Ana le mostró la única fotografía suya que tiene. "En mi familia no mataron a nadie. A mi padre le tocó luchar en el bando nacional, pero soy trabajadora social y había oído estos relatos en los pueblos. Recuerdo a un hombre que cuando se estaba muriendo revivió el momento en que se llevaban a su hijo, y gritó pidiendo auxilio. Me sobrecogió aquella angustia. También me recordó cuando presenté a una mujer de 30 años a su madre, que la había tenido de soltera, sin recursos. Hasta que no la conoció, no se casó. Estaba como bloqueada. Me ha traído unos sentimientos parecidos".
Mientras la envolvía en papel de regalo, a María Jesús le dio un poco de pena desprenderse de la caja. "Siempre la he guardado con cariño. Tenía vida. Y dolor".